En inglés le dicen “gaydar” y se refiere a
la habilidad de identificar la orientación sexual de los demás por mera
observación. Pero más allá de mera intuición, buena suerte y duros
juicios, ¿existe en verdad esta capacidad? De acuerdo al NY Times, sí.
En 2012, la redacción del diario hizo una profunda investigación al respecto que apareció completa en la publicación científica PLOSONE.
En ella, demostraron que la precisión derivada de la sensibilidad a los
rasgos faciales de una persona y la relación espacial entre ellos son
los responsables del supuesto radar.
Su metodología consistió en una serie de
experimentos en los que los participantes vieron fotos faciales de
hombres y mujeres, mismas que categorizaron entre gay y hetero. La
exposición a estas fue breve, de alrededor de 50 milisegundos, lo
suficiente para que pudieran reconocer que habían visto un rostro, pero
no mucho más. Para hacerlo aún más imparcial, se eliminaron los peinados
de las fotos, ninguna aparecía con maquillaje ni tatuajes o
perforaciones (nada de que “las lesbianas se tatúan más que las bugas”).
Ya que el 50% de exactitud se obtiene
por mera adivinanza, el 60% podría parecer poco impresionante, pero el
efecto, de acuerdo al NY Times es estadísticamente significativo y
varias veces por encima del margen de error.
Para estar seguros se condujo otro
experimento, en el que las condiciones fueron exactamente las mismas,
pero con los rostros presentados boca arriba. El resultado fue similar,
aunque con los rostros proyectados en su postura normal, los juicios
fueron más certeros. Lo anterior se explica porque cuando vemos un
rostro lo procesamos de dos maneras, primero rasgo por rasgo (los
labiosprimero, luego los ojos) y segundo por la relación entre estos (la
distancia entre los ojos o las dimensiones del largo comparado con lo
ancho). Cuando vemos una cara al revés, nos enfocamos nada más en la
primera observación, la segunda se complica. La conclusión de lo
anterior es que para hacer un juicio preciso (es decir para activar el
gaydar) la clave está en la visión de la relación entre rasgos.
Por ejemplo, está la proporción entre ancho y
alto de un rostro. En general, la proporción de los hombres tiende a
ser mayor por el efecto de liberación de testosterona durante la
adolescencia. Debido a los estereotipos asociados con la preferencia
sexual-los hombres gay son más femininos y las mujeres gay relativamente
masculinas-el análisis de la relación entre rasgos (un rostro más
grande y “masculino daría idea de una mujer gay) contribuye al radar.
Los experimentos del NY Times
encontraron también que los sujetos le atinaron en un 64% a las mujeres y
57% a los hombres. En el caso de los segundos, la explicación son las
normas de identidad sexual impuestas sobre los hombres, que son muy
estrictas. Décadas de investigación han demostrado que en occidente es
mucho más “grave” socialmente que un niño juegue con muñecas a que una
niña se revuelque en el lodo. Es decir, que cualquier rasgo ligeramente
menos masculino que el ideal, es juzgado como afeminado y por ende,
homosexual.
Lo anterior es ciertamente interesante.
Si bien la diferencia no es tan evidente, resulta curioso pensar que al
igual que un japonés es físicamente diferente a un colombiano, un hombre
homosexual es físicamente distinto a uno que no lo es. Y tan es así,
que pueden distinguirse con tan solo mirarlos.
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