México es un país de
folclor y si usted alguna vez ha visitado un mercado mexicano la
siguiente frase parecerá familiar, una frase sin mucho que remarcar:
“¡¡Pásele güerita(o), pásele!!”.
Hay otras expresiones muy comunes en el
léxico del mexicano que también pasan desapercibidas y que pueden
resultar un poco más ofensivas, frases que en primera instancia no lo
parecen, pero que tienen mucho en común con la primera: “Pinche indio”,
“Pinche naco”, “Hijo de la chingada”, etc. En esas frases, hay un chingo de cosas que van mal.
La primera frase, la del mercado, es una
forma primitiva de mercadotecnia que invita al cliente haciendo halagos
a la supuesta plusvalía (sea ésta real o inexistente)
de su color de piel. Esta estrategia puede ser objetiva o no, porque
aunque uno no sea güerito(a), al parecer al marchante(a) siempre es
chido que le distingan de sus connacionales con halagos que lo
diferencien del grosso moreno de la población.
Este comportamiento es una herencia colonial del racismo que se practicaba en la región hace más de 500 años en un sistema de clasificación tan vasto como ridículo. Apelativos como ‘saltapatrás’ para designar la herencia genética heredada de la mezcla de un albino con español, o ‘chamizo’ para la genética de la mezcla de un ‘cholo o coyote’ (indio con mestizo) con un ‘indio’ o indígena, y así la lista interminable.
“Pinche indio”, “Pinche naco”, “Hijo de la chingada”, son también frases
que esconden su complejidad. Son insultos compuestos con todo aquello
que ofende al mexicano: pinche es nuestra forma de
enfatizar un adjetivo o un sustantivo y agrandarlo a su superlativo mas
enfático y si es posible, más denigrante. Indio se
remonta al error que Colón cometió al ‘descubrir’ América al pensar que
había llegado a las Indias. Indio refiere al indígena o a las
poblaciones que originalmente ocupaban el territorio americano antes de
la llegada de los europeos en el siglo XVI. Hoy día, indio es la forma mexicana de decir que eres poco sofisticado y perteneciente a una clase inferior de los diferentes estratos sociales de la sociedad mexicana. Naco
es una palabra más compleja con un sinnúmero de significados pero con
fines prácticos la podemos definir como ‘de poco gusto’.
Finalmente, ‘hijo de la chingada’
es uno de los indultos supremos del argot mexicano, refiere al abuso
sexual que la figura máxima en el ámbito social del mexicano, la madre, o
tu madre, sufrió al momento de tu concepción. Todas estas definiciones
evocan al mismo fenómeno: ser prieto en México es estar ‘chingado’.
El país es, en gran parte, un país étnicamente homogéneo. Alrededor del 60% de la población es mestiza (mezcla de genética europea e indígena de la Mesoamérica precolombina), otro 30% es reconocido como de ascendencia indígena y tan sólo un 9% de orígenes europeos.
A pesar de ello, en mi país todavía existen familias que creen que si
el hijo/nieto/sobrino o la chingada, sale güerito(a) y de ojos claros
entonces ya la armó sin pedos.
Sin más, diez puntos que le servirán para incomodar a sus conocidos mexicanos y que harán de su convivencia algo memorable:
1. Cuando sea introducido al recién nacido de su amistad coméntele: ¡No mames wey, que morenito(a) salió tu bebé!
2.
Pregunte a su interlocutor: ¿Tienes ascendencia Tlaxcalteca? (Puede
insertar el gentilicio prehispánico que mejor le acomode dependiendo de
la región del país)
3. Abra la
conversación con un comentario tal como: “Yo pienso que México es un
país racista”. Observe como de manera inmediata el comentario es
ignorado y la audiencia cambia de tema.
4. Cuando
alguien haga referencia sobre lo adecuado/bonito/pertinente sea algún
producto anunciado en la televisión, haga notar a su interlocutor que el
producto/servicio en venta nunca lo hará verse como las personas que
participan en el anuncio.
5. Haga
mención en lo ridículo que nos vemos los mexicanos con nombres
extranjeros, especialmente los nombres anglosajones o europeos sacados
de la televisión. Nombres como Oliver, Alex, Jonathan, Brandon, Britney,
etc.
6. Cuando critiquen Halloween, recuérdele(s) que Navidad no se inventó en Tecamachalco.
7. Hágale
saber a su interlocutor que la Guadalupana es una mezcla bizarra del
sincretismo expresado en disfrazar un ícono con otro, en este caso, la
virgen María de los españoles católicos blanquitos y el paganismo de la
cultura indígena con la diosa Tonantzin, morenatza de corazón.
8. Indique
cuando exista el abuso frecuente de anglicismos en una conversación de
español mexicano, sobre todo cuando ésta está dotada de un acento fresa.
Comunique a su interlocutor que su inseguridad se refleja en la falta
de vocabulario de su lengua materna.
9. Recuerde a sus interlocutores que la variación del color de la piel se debe principalmente a un pigmento llamado melanina,
el cual sirve principalmente para disipar la radiación UV a la que
somos expuestos. Dígale que si se es suficientemente persistente, podrá
encontrar en él/ella trazas de información genética de alguna raza menos
favorecida por los contextos socioculturales de la época en su propia
sangre.
10. Cuando
su interlocutor insulte a alguien usando el apelativo de ‘indio’ en
cualquiera de sus manifestaciones de manera peyorativa, recuérdeles que
el/ella no es ningún(a) duque/duquesa de Borgoña. Seguramente no sabrá
donde se encuentra Borgoña.
En el país del “ya mérito”, hasta el
color de la piel es un ‘casi’. Una nación aspiracional, acomplejada y
con falta de educación que antes de ser considerada una nación
desarrollada tiene que aprender a tolerarse, a aceptarse a sí misma. Tenemos mucho que perdonarnos como cultura y nación, para ello, tal vez nos falten aun unos cuantos siglos.
- Para el mexicano la vida es una posibilidad de chingar o de ser chingado.
Octavio Paz
Octavio Paz
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